lunes, 5 de abril de 2010

ACERCA DEL PATHOS AUTORITARIO

A 34 años de un posible ejercicio de la memoria crítica, reflexiva y solidaria con nuestros conciudadanos que expusieron el cuerpo ante los hacedores de la dictadura militar o del “gobierno del terror” aplicado a la nación argentina, creo que nos debemos dar el lugar ético, para seguir pensando sobre la política. ¿Existió? o ¿Qué tipo de política fue? Esa gobernabilidad concentrada en el miedo, en el silencio, en el individualismo, en el exterminio del pensamiento diferente, en el no valor a la vida, fue corriendo en paralelo a una manera de hacer historia. Una cultura que estuvo siempre amarrada, en la tradición de historiar lo demoníaco, hechos que pudieran reflejar el poder dimensionado sólo en el autoritarismo, el usar del positivismo para justificar la realidad, en el acordar la relación bidireccional de medios y fines e invalidarse para hacer sus propias críticas.

Tímidamente se fue haciendo otra cultura de hacer historia, la que se pudiera fundar con otras dimensiones, como la emancipación de los sujetos de una nación o territorio, con la voluntad deseosa de hacer cambios, la aplicabilidad de la lucidez inteligente e imaginativa, hasta sin la necesidad de apelar a las pulsiones revolucionarias, que también se correspondía como una solución única para el cambio del orden de las cosas, o del sistema.

Siguiendo a Rancieri (citado por Diego Tatián1) nos plantea una perspectiva naciente, que es la que se está observando en estos últimos años, para movilizar otra cultura histórica y es la cultura de la memoria. Ranciere dice que “el acontecimiento radical de la historia, no está en el futuro por venir, sino en el horror ya sucedido; es entonces que la política y el arte ceden lugar a la ética”.

No parecería útil relacionar que pertenecen a la ética están los comportamientos, los estilos conductuales, las prácticas, los decires y los haceres, que se potencian para un lado de la balanza si antes está el acto reflexivo que puede convertirse en un ethos. Si las actitudes, como las conductas no son cuestionadas se cristalizan, se solidifican, se endurecen y hacen bloques que la historia los toma como herramientas.

En uno de sus monólogos televisivos en 1980, Tato Bores (vestido como siempre de frac, con habano, lentes y peluca, atuendo que llevaba por sí le ofrecían un ministerio) cuenta esta anécdota a gran velocidad: “Yo el otro día iba en un colectivo, lleno, completo, parado. Y de pronto alguien me dijo:

— Señor. ¿Usted es militar?

— No…No…

— ¿Usted tiene un hermano militar?

— ¿Tiene un pariente militar?

— No…No…No…

— ¿Tiene un íntimo amigo militar?

— No…No…No…Pero ¿por qué me lo pregunta?

— Porque me está pisando el pie”2.

1 Tristán, Diego. El Giro de la Revolución a la memoria. Pensamiento de los Confines. Fondo de Cultura Económica. 2007. Pág. 10
2 Percía, Marcelo. Ibid. Pág. 105