miércoles, 25 de abril de 2012

LA FIGURA RIOJANA DE CASTRO BARROS Y SU NECESARIA VISIBILIDAD.

(PUBLICADO POR EL INDEPENDIENTE, EL DÍA 24 DE ABRIL DEL 2012)


                                                                                             Por Lucía Cáceres. Lic. en Ciencia Política
                                                 “Los patriotas expanden nuestro concepto de lo posible” Susan Neiman

¿Por qué es tan acotado nuestro conocimiento sobre el pensamiento de este prócer veraz en los púlpitos, en la pluma de sus análisis políticos, en las cartas a su hermano Juan Vicente, a los riojanos Brizuela y Doria, Nicolás Dávila, Facundo Quiroga, a Rosas, en las teclas de las imprentas de Córdoba y Tucumán?
¿Por qué cuando se habla de él y pobremente se lo encorseta en un espacio unívoco, en el mes de Julio y no en las devenidas problemáticas de la Revolución de Mayo, en la que participó y que además son las Revoluciones de la Independencia? ¿Por qué nuestra idea de revolución está pegada a desencantos de conflictos no deseados y no a la idea fundacional de un origen que nos debíamos y que era irrenunciable?

Como riojanos en un acto de justicia intergeneracional podemos convertir a Castro Barros en objeto de conocimiento poniendo plusvalor a su estatura patriota y épica desde su origen en la dignidad de un hogar sencillo donde abrevó el espíritu de libertad inmerso en los derechos iusnaturalistas, demostrado más tarde en las aulas de los claustros religiosos cordobeses, cuando como un docente con sotana sintió la incomodidad de vivir de prestado en una tierra de la que no era su dueño. De hecho, el mito de la historia con tintes radicalizados sobrevalua a los héroes en las luchas nacidas en la tempestad rebelde, vinculada a actos militares acompañados de bravura en indómitas batallas y que luego el mármol inmortalizó. ¿La patria la hicieron los héroes, los próceres, los anónimos? Por otro lado existe en nuestra formación histórica un rasgo fantasmal con el Dr. Pedro Ignacio de Castro Barros y él como queriéndose correr del estigma amigo-enemigo sobre sus ideas monárquicas y a favor del régimen de gobierno unitarista y centralista respondió en 1834 diciendo: “Yo pregono a la faz de todo el mundo, que no he sido, ni soi, ni seré jamás, monarquista, unitario ni federal, sino un patriota constitucional católico romano, bajo la forma de gobierno que dictare y promulgare la mayoría de vuestros pueblos, por sí mismos o por el órgano de sus representantes”.

El discurso de la literatura oficial en la que se cimentó la historia nacional tuvo una inclinación obediente hacia una “escritura realizada desde arriba”, hegemónica y elitista, fundada en la Ilustración y en el Positivismo, fuertes escuelas constructoras en la formación del sistema educativo. Tales concepciones son difíciles de sostener en estos tiempos, sus arqueologías tambalean, las naciones respiran otros aires, con la necesidad de habilitar una historia más segura de sí misma, donde no sólo importa lo histórico y lo político, sino lo social y lo cultural, enfoques que comienzan a vislumbrarse como otras maneras de interpretar el pasado. Historia basada en los hechos que se hicieron y continúan haciéndose a través de la interpretación que hoy le damos, situados en el espacio y en el valor del tiempo que le asignamos. “La historia  es nuestra y la hacen los pueblos” se escucha en los ámbitos académicos actuales.
Castro Barros es nuestro y necesitamos como riojanos construir su obra, descubriendo en sus escritos la visión soberana del poder en los pueblos originarios, mediante el principio de retroversión —destituidas las autoridades españolas, el poder vuelve a sus dueños— más el  anhelo de una patria libre e independizada desde un interior desarticulado e incomunicado, como lo fue la Argentina en la primera mitad del siglo XIX.  De hecho su legado histórico no ha sido descubierto con toda claridad, y por ende ese pasado que no está amanzado con las palabras justas, está asechando este presente, pidiendo visibilidad y transparencia desde la “historia realizada desde abajo” de la que carecemos.

Como todos los revolucionarios de la independencia, Castro Barros soñó con la emancipación, pero no sabían cómo hacerla; la pensaron declarando las independencias del domino español. Durante ese tiempo escribió sobre la patria diciendo: “Es la sociedad, la consagración de los hombres libres con el objeto de amarse y auxiliarse recíprocamente en sus necesidades bajo ciertas leyes y orden, cuya cabeza es el supremo gobierno, sea el legislativo, judiciario y ejecutivo, que se establece a voluntad de los ciudadanos”. Anticipó el Estado de Derecho que hoy tenemos. La patria debía estar sostenida con ciertos bienes, más allá de las meras declaraciones, como los elementos tangibles, realizables:
• La seguridad de los individuos como “la garantía, la confianza o indemnidad (indemnización) que tiene el hombre para no ser ofendido en su persona particular y sus derechos”.
• La propiedad de los bienes de la patria sufren “la irrupción de los españoles en nuestra América, particularmente a los indios que no se les ha permitido ser propietarios de sus tierras, de sus manos, de sus pies y ni aun de su propios sueño”... “Los indios trabajando las minas y desentrañando los ingentes tesoros que encierran nuestros cerros, todo ha sido para engrandecer la península y saciar la codicia española”… “Así vemos a nuestra América pobre y desolada, semejante a una casa robada y a manera de un esqueleto descarnado: sin escuelas en sus ciudades y pueblos, sin puentes en sus ríos, sin compostura en sus caminos y sin otras obras públicas que tiene para comodidad de sus habitantes el más infeliz del mundo”. Como tercer bien decía “que la libertad y la igualdad estuviera a la faz de la ley”.

Si el planteo es “la historia es nuestra y la hacen los pueblos” abrogaremos por derrumbar el  posicionamiento que la ortodoxia dibujó injustamente con Castro Barros etiquetado para un “politicidio” híbrido a contrapelo de la verdadera historia real y que empezaremos a reinterpretar. Fue un riojano que hace 200 años concibió una cosmovisión compatible con una verdadera revolución, con una solidez de principios hoy por hoy más que deseables. Nos permitiremos enriquecernos en su figura, como ciudadanos intergeneracionales, en este escenario y en este tiempo apelando a un concepto significativo: el Pachakuti —vocablo andino que indica el regreso del tiempo— para que nuestro imaginario enhebre hechos de aquella época y que nos ayudarán a un cambio social, el necesitado.

                                                    Fuente: Castro Barros. Sus escritos: Juan Aurelio Ortíz. Pág 31 y 241


PRESENTACIÓN DEL LIBRO: MALVINAS, DESCOLONIZACIÓN, PAZ Y SOBERANÍA. (Ediciones CTERA)



Este libro elaborado por CTERA junto al movimiento por la Paz, la Soberanía y la Solidaridad entre los pueblos Mopasol viene a cubrir una necesidad de información en los espacios públicos escuelas, bibliotecas, profesorados como anticipándose a dar respuestas a una problemática caliente en los colectivos sociales y nacionales y generar un clima de debate o contribuir a despertar la modorra o de la actitud anestésica que nuestra sociedad contemporánea registra y acumula desde unos años. La ciudadanía necesita de luces para encauzar un reclamo pacífico por la SOBERANÍA EN MALVINAS y este texto viene justo, en un momento actual, crítico ante la necesidad de esclarecimiento con respecto a la SITUACIÓN DE LAS ISLAS,  porque MALVINAS ES MÁS QUE LA GUERRA QUE SUFRIMOS.

Considero importante y de gran responsabilidad solidaria para la ciudadanía que un gremio como AMP tome la posta para realizar LECTURAS EN CLAVE sobre una situación compleja con varias dimensiones y acompañar a los sujetos de la educación (tanto educadores como alumnos en el acto educativo) para el fortalecimiento de las conciencias argentinas. Considero que MALVINAS, es un dolor país, nos duele la pérdida de vidas inocentes, nos duele el engaño al pueblo argentino, por la decisión unívoca ante la carencia de consulta, por la falta de respeto al pueblo soberano, por usar de ese sentimiento hacia las islas y sobre todo llevarnos a la guerra, como un acto irresponsables basado en el principio antiguo de Clausewitz cuando hace más de un siglo atrás dijo: “la guerra es una extensión de la política con otros medios”. Ese mesianismo absurdo, obsoleto llevó a que la Dictadura del Terrorismo de Estado, la iniciara en el 2 de Abril de 1982. Pensar en la guerra hoy —como en ese momento— no es una para nada opción para resolver conflictos, aunque se la pudiera justificar en el principio del iuss belli como las guerras de liberación, o de las de independencia del siglo XIX en la América Latina. Sin embargo, en ese tiempo no había nacido la comunidad ni la sociedad internacional que es la que daría lugar al ejercicio del derecho internacional en los marcos de la paz y en el contexto respetuoso de las naciones. En la actualidad ni sirven los dilemas morales, aunque los podamos plantear para considerar nuestra la verdad y nuestra justicia por la recuperación de las islas.

Pero el fin de una guerra sea justo o injusto, siempre es tragedia, dolor y muerte. Hoy va contra de los modernos principios del derecho, porque existen los mecanismos instrumentales para evitarla. Ese es el espíritu de este libro, generar marcos reglados de paz, paz que está deseada en la mayoría de los docentes a quienes va dirigido, también los está en el sentir del pueblo argentino y como gobierno democrático.
¿Qué hay que hacer en estos momentos, como pueblo o como nación argentina? Siempre hay algo que hacer: Si pensamos que la democracia es un movimiento continuo, y no un pacto de silencio, los argentinos debemos hablar sobre Malvinas, interiorizarnos, saber que cuando decimos MALVINAS, es hablar más allá de la guerra, comprendida desde el acontecimiento doloroso, e irrepetible, por la memoria y el respeto por los soldados y sus familias. Debemos saber que la guerra de Malvinas y las del Atlántico Sur INICIARON OTRA ETAPA PARA MIRAR LAS ISLAS y que sin embargo por razones geográficas, históricas, geopolíticas, económicas, nos pertenecen. (Tema muy bien tratado en este ajustado libro). Sin embargo debemos reconocer que el viejo orden de concebir a la soberanía asentada en la presencia de trino: un Estado, una nación y un territorio es difícil, pero no imposible para nosotros. No hicimos SOBERANÍA por mucho tiempo. La soberanía no se declama, se ejerce, se la habilita. Si nos afirmamos en el concepto original de soberanía, ésta nació como una iluminación, la de un poder divino hacia los emperadores o reyes, terminada ésta, la soberanía pasó al pueblo, tomado después como el soberano. En esa línea si no se ejerce la soberanía es como ejercer un maltrato o un desprecio a lo que está concedido por naturaleza o por ideología.

El panorama sobre MALVINAS, CAMBIÓ, SE COMPLEJIZÓ, con la presencia militarizada, la explotación del petróleo por los ingleses en la zona norte de la Gran Malvina, la cooperación expresada a nivel de intensión de los hermanos latinoamericanos para actuar en bloque, la presencia fuerte del colonialismo y aceptación de parte de nosotros del  neocolonialismo a pesar reinstalación en los foros de discusión sobre la figura de la des-colonialización, la figura de los kelpers que no es igual a los originarios habitantes de las Islas y que en ellos no entraría el principio de autodeterminación de los pueblos, la disonancia entre pensadores intelectuales que aportan ideas, si hay que conquistarlos o en realidad debe hablarse con el gobierno de la Gran Bretaña, el hacer valer el papel de la ONU como órgano por excelencia en el marco normativo internacional, y fundamentalmente hacer valer la resolución 1514 emanada de la XV Asamblea General del 14 de Diciembre de 1960, todos son aristas de la misma situación MALVINAS. Este me parece que es la intensión de CTERA Y DE Mopasol, integrarnos como pueblo y ayudarnos a ser soberanos, puesto que la soberanía no se declama, ser ejerce.

Otra una clave de lectura acertada en este libro es la Resolución de la ONU que expresa poner fin al colonialismo en todas sus partes y en todas sus formas. (Pág 22 y 23) Se puede leer además que en dicha una oportunidad se invitó a ambos gobiernos en conflicto (Argentina y Gran Bretaña) en las resoluciones 2065 y 3160 con fechas de diciembre de 1965 y diciembre de 1973 para que expresen su vocación de resolución al conflicto. En estas resoluciones no se involucran cuestiones relativas a la autodeterminación de los habitantes como cuestión del ejercicio de su voluntad y deseo, ya que dicha población no puede ser considerada un pueblo en el sentido de la Declaración Anticolonialista. Pregunta que nos debemos realizar, por otro lado: ¿Qué pasó con el ejercicio de la Soberanía, cuando hubo una oportunidad y no se la ejerció?
Creo que en este momento se trata de visibilizar los temas urgentes para lograr la formación de subjetividades, es decir la actitud racional y necesaria en el ser argentino que movilicen la voluntad ciudadana de hombres y mujeres para que sean conscientes de su lugar en el mundo, del valor de su territorio, del deseo de contar con una nación cohesionada. Una de las formas es comenzar a incorporar en su lenguaje términos fundantes y que el discurso de la literatura oficial escrita desde arriba, aliada a una elite dominante y hegemónica olvidó, ocultó, desvirtuó, transgredió sus verdaderos significados y sentidos, como cuando en la época de los 80 se evitó hablar de MALVINAS, periodo denominado como la DESMALVINIZACIÓN.

¿Qué términos hablaremos con franqueza, sin miedo que están influyendo en nuestra cotidianidad, y que somos impactados por lo que significan: COLONIALISMO por ejemplo que se disfraza permanentemente y tiene esa fuerza de penetrar hasta los poros de la piel; IMPERIO y su fuerza dominante y que hace la connivencia con la ECONOMÍA DE MERCADO con un CAPITALISMO fortalecido en los grupos económicos dirigidos desde Inglaterra y distribuidos en todo el mundo, PATRIOTRISMO. ¿Sentimos vergüenza de hablar de patria? los militares la usaron engañosamente a ultranza, mientras desaparecían personas. ¡Cuántas actitudes pergeñadas que no hicieron más que licuar o desfondar los valores societales, de nación y de colectivo social! Necesitamos salir de ciertos cánones de la vieja política, la gobernabilidad será otra y la ciudadanía encontrará fortalezas.

MALVINAS debe aparecer en el discurso de los que hacen la historia desde abajo, de nosotros como sociedad o comunidad de sentidos, desde la ciudadanía para hacer regresar el tiempo, ese pasado para descubrirlo con toda claridad, porque ese pasado de guerra, de inmovilidad en algunos gobiernos argentinos no está amanzado con las palabras justas, está asechando este presente, pidiendo visibilidad y transparencia desde el nosotros mismo, convencidos de que debemos ejercer la soberanía. Solo así, desde la seguridad de contar lo que nos pertenece, desde la esperanza del derecho justo, convocaremos a los hermanos latinoamericanos del UNASUR, (UNIDAD AMERICANA DEL SUR) del ALBA, (ALTERNATIVA BOLIVARIANA PARA NUESTRA AMÉRICA) del CELAC (COMUNIDAD DE ESTADOS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE) que ya hicieron una pronunciación en principios.




lunes, 23 de abril de 2012

ENCUENTRO CON LOS ORÍGENES, ENTRE LA PALABRA, LOS OBJETOS Y LAS MIRADAS DE UN PUEBLO. CHELCOS - 14 de Noviembre de 2011




El libro “LOS OJOS DE ALLÁ” que a partir de ahora tendrán en sus hogares,  uno para cada familia, los que conforman éste pueblo inspirador de cultura, hacedor silencioso y tenaz de vivencias y sentires en una época, que alcancé a mirar cuando era una niña en la segunda infancia, es la consumación de un dialogo entre la memoria de un pasado y un presente que se juega para  extenderse en un tiempo, animarse a no morir, sino a existir en la historia valiosa y significativa de los descendientes de los de una cultura, la del campo.

Los ojos de allá, son los ojos del campo, Chelcos. Perviven, están y nos invitan a mirarlos nuevamente, para ser contemplativos y reflexivos en el cardado de la memoria o en el hacer de presencias nuevas. Es mirar lo ya mirado, para encontrarnos en lo que fue y que ahora puede ser, una posibilidad más, cuando se trata de re-hacer la esencialidad de una época, de un lugar, de un mundo singularizado. “El campo tiene sus ojos y si estamos atentos, nos devuelve la mirada”  en imágenes y matices, en historias, en creencias y en laboreos plenos. Si miramos y esperamos nos encontraremos con espacios solariegos y nacientes de tradiciones, con antiguas formas de ser, con transparencias brotadas por los poros. Toda sociedad es gestora de culturas, potentes y fecundas, las hacen parir, algunas veces las conservan, otras languidecen y mueren. Los ojos de allá nos convocan a aspirar alientos esparcidos en frutos, sacar de las corolas vistosas sus haceres, secar las húmedas pieles campesinas para reconocerles su historia, la propia, que se autorizan a sí mismas.

Volver a mirar el campo es hacer memoria, desde una sorda y oscura configuración sujetada íntimamente en cordeles y cerrojos. ¿Cómo romper esas trabazones para soltar los recuerdos? ¿Qué color poner al atrevimiento y hacer alianzas con el lenguaje? ¿Qué inspiración tallan los sonidos, las voces o las imágenes que responden con fidelidad a ese pequeño mundo? Sólo las palabras, mediadoras, facilitadoras, para hablar de aquellas figuras fuertes o de las que no se hablan. Todas están, latentes, pujantes en el magma de las emociones y los saberes. En toda la humanidad la palabra universaliza. ¿Cómo no hablar de aquello que se echa de menos y que siempre se tuvo?

Mirar en la memoria que deja abigarradas huellas en el alma, es para que los inéditos cauces se agiten y salgan inocentes del letargo, a la espera de ser mirados, escuchados, atendidos porque es otra la trama que la pasión teje, son otros los matices y los sentidos, hoy recreados y emancipados. Las voluntades libres de prejuicios y gustosas vuelven a percibir los sabores, los olores olvidados y callados por la urgencia de los presentes.

Los ojos puestos allá habilitan los actos autónomos, para reconocer lo sabido, lo vivido, lo aprehendido en una traza de historia pequeña, sentida y revelada. Reconocerse como autor de ese saber- hacer desde la distancia que ya no tiene tiempos, porque eso también regala la memoria, es haber superado el dolor de las heridas acordadas con la vida misma. Quedaron las llagas en esfumadas cicatrices y las otras serán sublimadas y mutadas.

Hacer memoria es superar la intencionalidad de la fuerza de una historia poderosa y estigmatizadora que andamia con un sólo discurso, con la severidad fundacional y la rigidez de ser la única verdad. La memoria sirve para redireccionar las marcas como las ideologías que encorsetan. La justeza de la memoria junto a la justicia de la historia, soldarán uniones, lograrán ligazones de cuerpos y almas, para introducirlos en posibles imaginaciones como en recreadas y nuevas construcciones.

Sentir pasión por volver a mirar los trazos de la memoria es valorizar el pasado, agudizarlo en los modos de construir la verdad cuando hilaron el origen con el lugar, con el trabajo, con la tierra. El desafío es indagar por dónde se estatuía la dimensión del poder en esa pequeña comunidad. ¿Qué concepción de poder los alimentaba? ¿Por dónde se edificaba el gen antropológico para no necesitar de la direccionalidad de uno que incita y el otro que obedece? ¿Cómo lograron ser creadores del sí mismo y por el sí mismo, en sus capacidades y potencialidades? ¿Fue éste un resabio del principio de la filosofía cuando proclama: “la humanidad como autocreación”, “los hombres no han tomado nada de los dioses, se han enseñado a sí mismos, como la palabra, el pensamiento, qué es como el viento, qué mueve voluntades y pasiones”? ¿Esto se ha perdido? ¿Ha mutado?

Pensar lo impensado, descubrir lo encubierto, separar lo unido, reunir lo separado, unir el pasado con el presente, es una necesidad —no la de la nostalgia— sino la invitación al lector para recrear el sentido de lo nuevo con el “vivir entusiasmado”. Los ojos de allá son para buscar la mirada y esperar… porque el campo las devuelve para ser solidarios con él.