martes, 25 de mayo de 2010

POCAS VECES LAS OPORTUNIDADES LLAMAN TANTO LA ATENCIÓN

POCAS VECES LAS OPORTUNIDADES LLAMAN TANTO LA ATENCIÓN: así fue el lema que enmarcó el acto realizado en la ex escuela Nº 114. Dr. Nicolás Lanzilloto y actual sede de la institución que dirige el Prof. Sergio Albornoz. El discurrir de las emociones fue intenso, rebasaron en instantes los recuerdos de aulas, maestros y compañeros que ayudaron mi paso por la escuela primaria, en mis años de infancia pueblerina.

Los docentes del C. E. J. A. imaginaron construir la historia en este Bicentenario apelando al beneficio de la memoria y reconociendo a personas señeras y destacas del lugar, en los diversos ámbitos. La sorpresa fue mayor, porque entre esas personas figuraba mi nombre. Agradezco a los docentes del C.E.J.A y al Consejo Deliberante de la Municipalidad del Dpto Rosario Vera Peñaloza tamaña distinción de Ciudadana Notable. Muchas gracias por las emociones y el cauce de recuerdos generados, como de lágrimas no contenidas.


EL BICENTENARIO NOS INTERROGA EL PRESENTE. PATRIA, NACIÓN Y CIUDADANÍA

Conferencia en el C.E.J.A. en la Ciudad de Chepes con motivo de los festejos por el Bicentenario el 21 de mayo del 2010. Iniciativa de su director Sergio Albornoz

Para la mayoría de los argentinos el Bicentenario de la Patria, es festejado con el aniversario de su nacimiento. Según la historia ilustrada fue un 25 de Mayo de 1810. Creo oportuno en este momento muy cercano a la fecha, resignificar esta situación de fiesta como la ocasión para que nos
interroguemos sobre ese origen, habilitemos la interpelación de la historia oficial y nos permitamos afectarnos, dolernos o desilusionarnos por alguna posición que nos hace ruido como nación o como ciudadanía responsable. Por otro lado intentaré desde el lugar de argentina, riojana y chepeña en un tramo de mi vida, para obligarme a pensar, en voz alta, junto a ustedes ¿Qué significa actualmente este bicentenario por ser parte de una sociedad abatida, anestesiada, o espasmódica y por muchos no deseada de vivirla? ¿Qué estado de ánimo o de emociones se pueden dar rienda suelta en estas circunstancias?

Pienso que nos ayudará el hecho de resignificar palabras vinculantes a la conmemoración del Bicentenario como patria, nación, ciudadanía y, creo que es el encuadre para compartir como comprovincianos estas cuestiones un poco flojas en la conciencia individual y colectiva. ¿Habrá que ponerle más sentidos, más significados? ¿En dónde, en qué lugar, cuando? Desde ya, en las actitudes cotidianas que vivimos, en los acontecimientos de éste presente que son más que hechos, porque cuando recordamos o relatamos los hechos tanto del pasado a partir de la memoria o los presentes en la inmediatez, no está comprometida nuestra subjetividad “decimos: los hechos los hicieron otros”. En cambio cuando nuestra subjetividad está comprometida ese hecho lo pensamos, lo sentimos, nos emocionamos y en las actitudes nos movilizamos para elegir, ejercer el derecho a pensar y a reflexionar, para no hacer las fugas o mirar para otro costado, como los desentendidos.

Vivir este Bicentenario es revisar la historia que es el pasado, pero nos pertenece y merece ser conmemorada, desde otra
perspectiva, más humana, más imaginaria, y no tan dogmática, ni lineal, ni rígida, que sólo hace a congelar a sus autores en el bronce, que podamos derribar las hipocresías, como las actitudes simplistas o las mentiras piadosas. La historia temprana del país se escribió con punzantes armas de combate, al calor de la violencia de los años turbulentos. Ricardo Rojas, que es del siglo 20, dijo en una oportunidad, cuando se le entregaba el Premio Nacional de Literatura en 1923 “la historia es la eterna fragua de mitos creadores”. Parece que la historia es permeable a inventarse en mitos, esas figuras mentales que apelan a la fuerza de la magia para incidir en el inconcientes de los pares y habilitar las creencias, más que los órdenes lógicos y racionales de la época.

Hay que revisar esos mitos de la historia que nos contaron y todavía nos cuentan, la que seguimos repitiendo desde el lugar del discurso oficial, la que tiene muchos agujeros y no pueden hacer el verdadero tejido de la historia real y el de nuestra identidad. Casi siempre, esos agujeros se remiendan con ideologías casi pueriles, o son los temas prohibidos, “de eso no se habla” y no hacen más que descalificar a los hombres y su trabajo, con las herramientas que tenían, con la responsabilidad, el deseo de ser libres, el esfuerzo y la garra puesta en ella, con toda la humanidad expuesta por un ideal de libertad. En cambio la historia escrita por una elite ilustrada, presentan a los hombres de Mayo, dentro del mito: únicos, sin defectos, para construirlos como íconos, bien acartonados, cual semidioses, que no tuvieron problemas, discordias, enfrentamientos entre ellos y sin embargo, a pesar de… marcaron a fuego la constitución política del pueblo, del Estado y la nación argentina. Esa historia o esos historiadores parecen no haber visto la presencia de la mujer, la
invisibilizaron, como no partícipe en la gesta patriótica, como tampoco los seres anónimos que actuaron quizás desde los sencillos actos.

Esa historia no transparentó los actos humanos que pueden considerarse débiles y facciosos en algunos casos, con destinos trágicos algunos, expeditivos y revolucionarios en otros, algunos mirando hacia Inglaterra (Saturnino Rodríguez Peña) como el paraguas salvador de la crisis, o en Francia ya que el bonapartismo tomó la península e hizo abdicar a Fernando VII, o pensar en la misma España con mediación de la infanta Carlota Joaquina de Borbón, hija de Carlos IV rey español abdicado y a la vez esposa del príncipe regente de Portugal viviendo en Brasil, o el hecho de que nuestra patria fue gobernada en nombre del rey Fernando VII hasta el Congreso de Tucumán, o el Regimiento Granaderos a Caballo fue creado en nombre del rey. La impronta de los gobiernos monárquicos se legitimada. Por otro lado, era la única forma de gobierno que se conocía. Algunos grupos de patriotas asombraban por la rapidez y actitud proactiva, otros en cambio eran referentes de la calma, de la pasividad en momentos tan álgidos, más cerca del
statu quo, que de una revolución en sí. Me estoy refiriendo a la división entre “saavedristas y morenistas”, con la fuerte ambivalencia muy maniquea, que atravesó los 200 años, contraponiendo criterios y concepciones que implicaba a un Moreno joven y revolucionario pronto a una independencia frente a un Saavedra anciano y experimentado en los ejércitos que esperaba ver el resultado de los hechos. Uno era proactivo, el otro actuaba a reacción. Hay gran diferencia entre estas dos maneras de pensar y gestionar. Si nos comparamos con ese 1810, la Argentina está viviendo una gobernabilidad más parecida a la historia de los hechos consumados, que el generar políticas proactivas. Si nos comparamos con el 1910, en ese centenario teníamos un Estado vigoroso, capaz de orientar y dirimir conflictos. Era la Argentina agroexportadora, en ganados y mieses. Hoy más que Estados hay regiones y la soberanía no está bien delimitada.

Creo que este bicentenario es la oportunidad para visibilizar esa historia, pero saliéndonos del maniqueísmo binario, que confronta, y alimenta cuervos y el no hacerlo no nos permitirá salir de la mirada del espejo, esa herencia que endurece la división entre Unitarios y Federales, Civilización y Barbarie, Rojos y Azules, Izquierda y Derecha etc. ¿Podremos extrañarnos hoy por ejemplo de la Argentina dividida, fragmentada y desencontrada, puede haber nacido en esos años del origen y fue continuadora de las dos visiones de país? “La herencia es siempre una tarea, y nos debemos hacer cargo de ella”.

Miremos el caso alemán por ejemplo. Busquemos en la Política Comparada, como ésta nación, pudo superar el holocausto y ser el modelo de desarrollo de la Unión Europea. Pienso que conocer, descubrir, la verdadera historia, de hecho nos afectará, caeremos en la resignación o en la idea paralizante de qué ese es nuestro nacimiento y nos dejó el estigmatizados. Pero como sujetos históricos que somos, porque no repetiremos los hechos, sino que los viviremos como acontecimientos podremos hacer el quiebre para construir otro rumbo como nación que nos merecemos. Si seguimos repitiéndola, engañándonos a sabiendas, tiñendo los actos humanos con falsas o inventadas ideologías construiremos falencias y falacias. Desde la política o desde la sociología el maniqueísmo binario es el gran caso de la escena argentina para ser analizado:
“El otro que no piensa igual a mí, que piensa distinto es mi enemigo, no mi adversario momentáneo que también tiene derecho a realizar una traza un diseño para la gobernabilidad”.

Cuando esta mentalidad ocurre sistemáticamente y forma parte de la cultura política es un problema social grave. Las mentalidades se endurecen, se cristalizan y forman bloques difíciles de revertir. Esta cultura no deja crecer a la democracia participativa, comprometida con el destino de nación, —si la nación es sólida, es porque los ciudadanos son sólidos—. Tenemos más casos de democracias delegativas; es cuando el ciudadano delega todo en sus representantes. El delegar actos ciudadanos en política se los vincula con una actitud tibia, floja, de poca intensidad.

Necesitamos de la colaboración y de la participación con las metodologías adecuadas, del disentir con ideas lejos de los lobbys y corporativismos que tienden a la especulación, más que a la construcción. Encontrar el consenso, desde la vereda del frente es una virtud, que engrandece a la sociedad y fortalece al Estado. No puede haber Estados soberanos si la sociedad en si no es soberana. (Luego hablare de ciudadanía)

Mirar la historia en este Bicentenario sería para ser mejores sujetos que se sienten parte de esta argentinidad, aún con los errores que los hombres del pasado pudieron haber cometido. Sin dudas sentiremos un desgarro. Pero es necesario hacer esa irrupción, desprendernos de los estereotipos que son parte del legado cultural. Sólo con ese dolor que hace la sutura y el cosido que deja una huella o una cicatriz se puede llegar a ser un agente de cambios del lugar donde estamos insertos y vivirmos como nación. Lo que no queda duda es que en esos años cercanos al 1810 había espíritu patriota, y había cultores de ese patriotismo.


PATRIA


¿Cuál es el origen de la patria como acto fundacional o en realidad hay un acto fundacional? Autores noveles (Martín Kohan) nos habla de la necesidad de inventar el origen de la patria. No hay un origen, sino la invención del origen, nos dice. Para muchos es la Revolución de Mayo, potenciado en celebraciones y festejos que recuerden lo más parecido a ese glorioso nacimiento, con un cabildo mojado por la lluvia, con los paraguas abiertos que aquietan los ánimos de una élite criolla, más que de un pueblo embarrado en las calles fangosas, deseosa de conocer los temas del recinto. En verdad no había pueblo, sino estratos sociales fuertemente separados, razas que asumían el papel de vendedores ambulantes que escondían una economía sufrida por las exigencias de la corona española hacia las colonias del virreinato.


¿Cuándo nace el espíritu patriótico? Autores como Tulio Halperin Donghin hablan de que fueron las Invasiones Inglesas que dejaron la impronta de la defensa de lo propio, el territorio, se formaron varios cuerpos de ejércitos a partir de la necesidad de defenderse. Otros dicen que a partir de la crisis de la monarquía española en 1808 y su posterior caída destituyendo al rey Fernando. Lo que no dice el mito es que los días de Mayo fueron de ambigüedad, incertidumbre y sorpresa, y que las ideas maduras de independencia para la formación de una nación no fraguaron en ese entonces. Lo que no se duda es que la Revolución de Mayo se hizo, con audacia, con patriotismo, con vacilaciones y con controversias para dirimir quién ocuparía el poder vacante y bajo qué principios de legalidad y legitimidad lo harían.

NACIÓN

Sabemos entonces que cerca o junto al 1810 nació el espíritu patrio. ¿Pero...y la Nación? ¿Qué concepto puede acercarnos a nación? La nación es lo que nos identifica en valores, culturas, sentires y haceres. Es la que hace ligazones tibias entre los que conviven en un territorio común que abriga y sostiene. La nación se hace en un pequeño conglomerado viviente enterrado en lo arcaico de los pueblos o en las civilizaciones progresistas que pueden tejer sus rasgos y hacerlos trepidar en emociones. La Nación no es un abstracto, ni un producto de la imaginación. Tampoco es la corporeidad territorial, ni la geografía exquisita de verdes praderas y de mares azules intensos. La Nación es el NOSOTROS, es el hombre, los hombres con modelos de virtudes. La nación hace a la seguridad, la patria al orgullo. La nación sostiene, la patria engrandece. Patria y Nación no necesitan de los tamaños para vibrar en el alma humana individual y colectiva de los pueblos. Ambas se complementan.


La idea de nación no lleva a revisar el origen de la patria, el que deberemos construirlo desde los principios contradictorios que animaron a los padres fundadores y a las instituciones revolucionarias, porque el
“otro indigenista, al gaucho, el hombre y la mujer del interior del territorio, el negro” habitantes real de los límites del otrora virreinato del Río de la Plata, estuvo ausente e invisibilizado en la gesta de mayo”. Justificaremos con las palabras de Ortega y Gasset “El hombre y sus circunstancias”; en esos tiempos no se visionaba la construcción de nación. Sin embargo quiero resaltar la visión de Francisco de Miranda en esos tiempos. Fundador de la Logia Lautaro, formado en la Europa Iluminista decía para cada nacimiento de las revoluciones latinoamericanas y les recordaba a sus protagonistas arengando: “los descendientes de aquellos ilustres indios, que no queriendo sobrevivir a la esclavitud de su patria, prefirieron una muerte gloriosa a una vida deshonrosa…” (Dardo Scavino Prof. De la Universidad de Versalles).

Son importantes los criterios históricos modernos que dan lugar al derecho del suelo, cuando el nosotros se desplaza incorporando a la figura del indígena la que es elevada a la categoría de rango de padre totémico de la nación. Recordemos a Mariano Moreno partidario de esta idea, seguida por Belgrano y reflotada en el Congreso de Tucumán con nuestro poco reconocido a nivel nacional como es la gran figura patriótica de Castro Barros. De todos modos algo quedó, sino fijémonos en el sol de la bandera nacional. Un sol con rayo rectilíneos y otros ondulados como era el sol de los Incas.


Para salvaguardar ésta carencia y superar los olvidos promoveríamos instalar otra actitud, como la que escribió Alberdi sintetizando en:
“La guerra con el hermano de sangre era la paz con el hermano de suelo” que inicia la cultura en los derechos de igualdad, los económicos sociales, los personalísimos para que éstos no sean declarativos, sino de hecho, en políticas como en actos integradores. Faltan todavía que se hagan carne los principios de libertad, igualdad y fraternidad, los que embanderó la Revolución Francesa.

CIUDADANÍA


Toda persona adquiere la categoría de ciudadano cuando es conocedor de sus derechos como de sus deberes. La condición de ciudadanía se potencia
Cuando sabe qué es él en este presente ¿participativo? ¿Qué no hace fugas? ¿Qué le gusta ser autónomo y sabe qué tiene autoestima? ¿Qué no necesita de las prebendas? ¿Qué se vale por sí mismo? Qué conoce su modo de ser histórico: ¿Qué historia comparte? ¿Qué le reconoce a los padres fundadores? ¿Que puede escaparse de los mitos históricos? Y cuando desea construir y construirse a sí mismo. Porque tiene amor por sí mismo y no amor propio, qué desea ser libre, qué trabaja desde su lugar por la fraternidad, qué tiene conciencia de nación, y está orgulloso de su patria. En la base de todo ciudadano hay un hombre bueno y democrático. Todo esto lleva a pensar en un actual comportamiento que nos está incidiendo: el miedo a perder lo que se tiene, entrar en la pobreza. Necesitamos posicionarnos en el otro paradigma: “No se vale por lo que se tiene sino por lo que se es”. Encíclica de la Iglesia Católica en el papado de Juan XIII. El estar excluido, implica estar solo, no ser mirado, ni ser tenido en cuenta, lo que es igual a perder el lugar en el mundo. Que vamos dejando el mundo o el mundo nos va dejando. Esto se potencia por la era del vacío, de la soledad antropológica, de la ética indolora y sin sanción, por el individualismo posesivo, y no por los lazos sociales que unen y hacen a la solidez.

Entonces preguntémoslo, reflexionemos, indaguemos, cuestionemos. Los invito a expresar en voz alta inquietudes o puntos de vista que nos ahonde mucho más la fecha que rememoramos. ¡Muchas gracias!