jueves, 18 de junio de 2009

LA CONVIVENCIA EN LA DIVERSIDAD CULTURAL

La sociedad actual está inmersa en una problemática dual, imperiosa a la paz y a la humanidad, difícil y compleja en las acciones y comportamientos cotidianos, pero necesaria a la integración de todos los seres humanos y que exigen el respeto por las diferencias personales, religiosas, étnicas, sexuales y otras. Atravesamos un terreno donde nuestra capacidad individual y subjetiva se pone en juego, porque nos exige tomar un posicionamiento ético y convivencial, porque compartimos el mismo espacio público, institucional o territorial con otro diferente a mí, —que por derecho natural— es plausible de derechos. El otro no es ubicarlo con el uso del estereotipo de condición inferior, porque la relación nosotros y los otros de manera irreconciliable, también puede ser que “los otros somos nosotros”.

Es posible que nuestros esquemas de pensamiento y representación social entren en conflicto. ¿Cuál es el lugar que otorgo a ese otro? ¿Cuáles son mis valores? ¿Estoy más cerca de la tolerancia que de la aceptación? ¿Cuál es mi cultura sobre los derechos humanos? ¿Qué papel juega lo económico si hace más grandes las diferencias? ¿Repaso el sentido de mis ideologías? Si pudiéramos hacerlas a conciencia, seguramente estaríamos revisando aspecto de la diversidad cultural, considerada como una de las mayores riquezas del ser humano.

Si nos es difícil a nivel personal, lo es mucho más para la agenda política de las naciones porque se trata de forjar la unidad a partir de la aceptación de la diversidad cultural. Hacerlo significaría ayudar a la convivencia pacífica entre los pueblos del mundo. Son los actuales desafíos de los Estados modernos y democráticos mediante sus sistemas educativos y culturales para:

  • Lograr sociedades pluralistas que compartan y ejerzan el sentido de pertenencia.
  • Lograr la convivencia entre las distintas comunidades culturales con la intencionalidad de compartir la comunidad nacional.
  • Diseñar políticas para el ejercicio de prácticas culturales diversas donde la promoción de actitudes y valores sean fomento del respeto mutuo.
  • Difuminar las políticas de los derechos humanos, económicos y sociales que contemplen a la sociedad en su conjunto y a las instituciones en especial.

“La Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo analizó la cuestión de la diversidad cultural, entre los países como dentro de los países, y consideró que, por un lado, la diversidad es un elemento esencial de nuestra naciente "cultura cívica" mundial que exige una ética y unos valores de ámbito mundial, una nueva convivencia cultural. Por otro lado, consideró que la diversidad es una fuente capital de energía social para los distintos países y, por consiguiente, instó a que se estableciesen políticas culturales en las que se contemple la diversidad étnica, así como la pluralidad de idiomas, ideologías y modos de vida. Aunque la Comisión reconoció que puede haber muchas formas distintas de tomar ese camino, también dijo que "el modo más duradero de hacerlo es crear un sentido de nación como comunidad cívica, arraigada en valores" compartidos por todos los elementos de la sociedad nacional”.

En este deseo de convivencia democrática, plural y respetuosa de los valores por los derechos humanos —sociales y culturales— es prioritario también que realicemos recorridos históricos culturales en nuestra patria, iniciados a mediados del siglo XIX y apuntar críticamente a los modelos políticos, educativos de todas las épocas. Argentina no fue ajena al “fantasma del racismo”, imperante en los países centrales de Europa y Medio Oriente.

Hizo de impronta al anhelo integracionista la expresión: “somos un crisol de razas”, otras más en función del nacionalismo xenofóbico, expresaba “la horda cosmopolita deformante de lo nuestro”, después la cultura del “linaje” del hombre argentino. Sin embargo, la historia muestra que la discriminación fue más expeditiva a los bolivianos, paraguayos y otros ciudadanos de los países limítrofes, revolviendo ideologías “chauvinistas o patrioteriles” que nada le hizo bien a la sociedad argentina y que todavía seguimos fracturados o escindidos, sin sentidos de reciprocidad.

Si los bolivianos, los peruanos, los ucranianos, los chinos que vienen de la misma manera como vinieron en fuerza aluvional inmigratoria entre 1880 y 1930, lo hacen también en virtud a los valores del Preámbulo Nacional que dice” para nosotros, para nuestra prosperidad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. En este sentido debemos hacer referencia a nuestros hermanos argentinos aborígenes que fueron desalojados de sus tierras originarias, haciéndoles perder su identidad para conminarlos a la pobreza y a la exclusión.

La escuela tiene un lugar muy importante para construir la aceptación del otro, como la resignificación de un nosotros con prácticas que alimenten “la diversidad creativa”.
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Acerca de las narrativas

Hay una preocupación superadora de la angustia, cuando la virtuosidad de la narrativa permite fluir, renacer o alimentar el imaginario colectivo, a partir de la pluma de una escritora que transita los campos de la Ciencia Política, hace el camino en la Pedagogía Crítica y se acomoda a los dones de la literatura sumisa al placer de los acontecimientos, como del devenir histórico de sociedad.

Realizo un planteo disparado al mundo en el libro La Ciudad de los Zorros, obra que entrama audazmente la creación textual como una impronta institucional latinoamericana porque revela, muestra y pinta con palabras los modos de ser de lo socio histórico cultural que construimos en estas latitudes. Enlaza en una mixtura original a la verdad y a la ficción en tortuosos vericuetos, sin embargo se ensamblan en un plan literario de una simple estructura novelada al ensayo, hurgando los territorios de la política, la ética, la psicología, hasta la filosofía. Los cuerpos que animan el dialogo, usado como recurso didáctico, son conocidos; potenciados por el áurea del cuento para hacerlos jugar en figuras humanas y transparentar una sociedad pesimista que se alimenta en los odres de una cultura política de poca intensidad.

“Con aire de cuento y situación lúdica una manera de reconocer la cultura política” nos aclara en el subtítulo elegido que acompaña a la nitidez estética de la imagen de la portada para la construcción de lo simbólico, o lo imaginario a partir de lo real.

Como autora riojana invito a los lectores a interrogarse: ¿Por qué cada pueblo tiene sus historias? ¿Por qué los pueblos sienten la necesidad de contar sus historias y estamparlas en narrativas? “La literatura es lo que dice al mundo” “¿Eres lo que pretendes ser?” para concluir parafraseando con Gadamer que “abrir puertas es el trágico mérito de nuestra identidad” ¿Qué parte de nuestra identidad muere y qué horizonte nace en cada narrativa echada a volar al mundo? ¿En qué ficciones se extingue lo conocido y qué palabras marcan los surcos para ser, entre lo parecido y diferente?

Recorrer los cuadros textuales de La Ciudad de los Zorros, no es sólo caminar por la cornisa de encontrar personajes como el ambicioso, el demagogo, el pícaro utilitarista o el ético comprometido disconforme de los modos políticos en la sociedad populista. En este libro se plantea una variedad de temáticas que revelan las debilidades y los padecimientos de pueblos estancados y afectado por no acceder a otras maneras de hacer la política. ¿Será porque las creencias y las motivaciones son débiles? ¿Será porque el lazo social que une es el miedo?

La Ciudad de los Zorros es una ciudad imaginaria, real o simbólica, es posible que los mundos sean conocidos, es posible que los encuentre y quizás tenga la oportunidad de ser lo que no está siendo. Es el arte de la literatura.

¿POR QUÉ NECESITAMOS DE LA BÚSQUEDA DE SENTIDOS?

En algunas ocasiones de nuestra vida nos encontramos con problemas que son situaciones dilemas. La influencia de costumbres y de tradiciones nos hace recorrer un camino en el que nuestros antepasados lo realizaban sin mayor cuestionamiento. Para ellos repetir esa práctica, formaba parte de una lógica de igualdad societal, en la cual nuestros adultos se sentían contenidos, confiados en los límites generacionales visibles aceptados colectivamente y que, desde luego construían la cohesión y la homogeneidad tan deseada como sistema.

Pero… en este tiempo diverso y plural, posmoderno y desencantado, “la era del vacío” (Lipovesky, Gilles. 1994), habilita la existencia de una ética débil y mínima, “sin moral y sin sanción”. Aún así, no todos estamos animados para recorrerla, sin darnos la prioridad o el tiempo para analizarla o irrumpirla en sus motivaciones y razones. En el actual escenario de crisis, de anomia y de incertidumbre, es cuándo más necesitamos buscar el sentido o los sentidos a las acciones, a las prácticas que alteran el mundo social, porque no hay encuentro con la existencia del otro; de allí que es frecuente decir y demandar fuertes sentidos.

“Construir sentidos es hacer una relación, una conexión consciente, captada reflexivamente entre una experiencia originaria, conocida o realizada mecánicamente, frente a otra que se presenta como distinta”. No es hacer algo adicional y secundario, lejos de una vivencia personal o colectiva. La vivencia es una trayectoria vital que ayuda a la interacción con el otro, y ésta se aprehende por nuestra capacidad gregaria. Necesitamos aciertos, conocimientos para saber hacia dónde nos dirigimos como familias, grupos sociales, ciudadanos y naciones, aún las desarrolladas.

Sólo una relación de sentido puede lograr la comprensión de los acontecimientos del mundo, evitar las fugas mundi de actores sociales inmaduros —como en la adolescencia tardía— o la irresponsabilidad de una ciudadanía de baja intensidad, cuando alientan la creación de escenarios duales, ambivalentes y perturbadores y no tienen la fuerza para hacer el lazo social erosionando la creación de sentidos colectivos.

¿DE QUÉ ÉTICA HABLAMOS?

Si la sociedad actual es compleja e inestable, dominada por la incertidumbre, con futuros invisibles y con presentes espasmódicos ¿Estaremos de acuerdo en decir que un punto de salida a este debacle es la Ética? La posmodernidad —tiempo filosófico actual— hace declives para la esterilidad del pensamiento y para la escasez de acciones superadoras. ¡Somos Light! Aún así, con este semblante, los sujetos deberíamos aceptar más fluidamente el ejercicio significativo de la Ética, porque su “tematización” es una cuestión de fondo que supera el orden cotidiano, subjetivo e individual, para reconocer que somos parte de la misma sociedad y poder desmantelar los conos de sombra sobre el paisaje social en crisis. Este posicionamiento marca una huella latente en el libro “La Ciudad de los Zorros” cuando hace referencia a la práctica ética de los actores ficcionales del Monte de Sarir, a partir del juego imaginario que como autora utilizo para transparentar lo real y lo simbólico de una sociedad enmarañada de populismo y de frágil democracia.

....—¡Oiga compadre! ¿Tanto poder cree tener ya, que espera que la gente de Sarir salga a recibirlo? —dice muy seguro el zorro Panchito, al mentado jefe Juan enfermo de soberbia—. ¿Cuándo nació ídolo? ¿En qué trasnochada se lo inventó?

... —¡Pasa que tengo habilidad para tantear las emociones de la gente, y de los barriales colmados de gente!—dice el zorro Juan—. ¡Hay grupos donde es más fácil entrar que otros! ¡Cuándo hay desempleo y pobreza, hay éxito asegurado! ¡Voy, me hago el interesado por sus cosas, les palmeo las espaldas, los besuqueo un poco y ya está! ¡En Sarir voy a disfrazarme de salvador de causas perdidas y olvidadas, voy a prometerles bienestar a cambio que me apoyen y me den sus votos!

... —¡Miren compadres! —continúa Juan—. ¡Soy un grande en estas faenas! ¡Tengo mi estilo! Dentro de la política, la seducción es mi preferida. ¡Sé como usarla! ¡Me encanta mandar y que ustedes me obedezcan! ¡Tengo fama de seductor con las hembras, también con los jóvenes, el resto vendrá solo, ésta es mi oportunidad!

Revisar los por qué, los para qué y los instrumentos que se usan en el discurso político a veces con violencia y con agravios, es porque se considera al otro distinto y peligroso. “Si el otro no se asimila al yo se transforma en hostil o enemigo”. Plantearnos “quién es el otro” es transparentar que esta práctica no es de la posmodernidad, sino de la historia de la humanidad, sin olvidarnos el paisaje bíblico. Las éticas de cuño liberal, cuyo statu quo es logrado fundamentalmente por el orden económico, refuerzan el concepto de amigo-enemigo, usan como armas el conflicto ideológico, la lucha por el aniquilamiento y no son deseosas de buscar el consenso. Por ende, las relaciones de poder son luchas, tensiones belicosas, con agresiones físicas y simbólicas puestas en las prácticas como en los discursos y que no es propiedad de la política machista, porque también lo usa la mujer en la función política tal cual lo demuestran los acontecimientos cotidianos: campo versus gobierno, gobernadores versus intendentes, gobernadores versus presidenta.

Siguiendo el texto del ensayo literario: La Ciudad de los Zorros, también se percibe subrepticiamente la lucha de “amigo-enemigo” en el discurso del zorro Juan.

... ¿Es ambición, señores y señoras del monte de Sarir con quiénes comparto todos los días las carencias y las ausencias de la naturaleza, que vaya a saber por qué las tenemos?
¡Sí mi querido pueblo! ¡Es ambición… pero es sana y legítima!
¡Qué no se equivoque el enemigo! ¡Porqué siento un llamado interior que circula por mis venas que me dice que debo estar al frente de ustedes como conductor para llevarlos a la gloria!
¡Y daré batalla al enemigo que se oponga a esta idea!

En esta Ética pervive el homo oeconomicus que elige y practica los valores como en la actividad bursátil —suben unos, caen otros— son superficiales y volátiles, las prácticas sociales son como la actividad económica. Por tener consistencia hedonista se desechan prontamente. “Es la corrupción de la buena fe” dirían los republicanos.

Ahora...cuando los candidatos políticos surgen de la nada y apetecen el poder que tiene la política —a cualquier precio— cotizan los valores políticos como en la bolsa financiera, muy lejos de la meritocracia y de la necesidad de consolidar una nación con estadistas, por cierto. Es un pseudo dirigente, que vive de la coyuntura y la oportunidad en un mundo egotista. “Se queda en la espuma de la historia y no comprende los grandes procesos”.

Sin embargo, en el mismo Sarir la cultura hace quiebre y rompe con la eficacia simbólica de la costumbre cuando se levanta el Teatrillo de Las Tilos para la construcción del espacio público, que nace desde la experiencia y el convencimiento de una ciudadanía de liberación. En ellos hay necesidad de creación, cada uno siente la vocación para hacer un “estilo de vida” que signifique emanciparse de un modelo, como es el del individualismo radicalizado. “Un sujeto no puede ser llamado libre cuando carece de la capacidad de hacer” La jerarquía y la valoración del espacio público en una sociedad civil organizada da lugar al ejercicio de la autonomía, para el entendimiento y el diálogo de los ciudadanos. No hay otro espacio donde se de “la razón comunicativa” o la “razón dialógica” porque es allí donde se produce el carácter simétrico de la participación.

Allí hay ciudadanos, porque encuentran las puertas a la posibilidad y la responsabilidad de elegir. La nada, la demagogia, tiene escapatoria y esa es otra Ética.

IMAGINARNOS A NOSOTRAS MISMAS

Los acontecimientos fundacionales que dieron origen al Día Internacional de la Mujer, los cotidianos como los de orden mundial, nos dicen que el género mujer ha sido una cuestión de normativa, de reflexión, de lucha por activar la igualdad de derechos y revalorización de la diferencia a partir de la identidad de sexos. Más allá de ser un paradigma de pensamiento, con sus principios y discursos en búsqueda de un estado deseable, todavía hay situaciones y acciones discriminatorias en lo laboral, político, social y económico. Esta situación se agrava con los numerosos casos de violencia doméstica y abuso sexual, no sólo a mujeres sino también a niños y niñas.

Existen cinco proyectos presentados en el Congreso de la Nación para abordar el desborde de esta lacra social de abuso, violación y muerte de mujeres y menores, que no cuentan con la voluntad política para ser tratados con la urgencia y disponibilidad, como cuando el poder económico obliga a la aprobación de una ley que concuerde con los intereses y con los lobbys del entorno político.

Entonces… ¿Es plausible preguntarnos en este tiempo posmoderno, que la indiferencia observable hacia las diversas problemáticas del género mujer es un resabio del patriarcado o del machismo? O ¿Hay que desactivar y resignar que la lucha por el género no dio resultados porque no representa a todas las mujeres, más allá de las profundas diferencias que existen entre ellas, sean de clase, de etnias o de sexualidad? ¿Se puede hablar de mujeres como género, en un sólo concepto y dar cuenta de realidades diferentes e incluso contrarias, como la posición de las mujeres blancas de clase media con las mujeres del África pobre o de la mujer rural que permeabiliza indefensamente una economía de subsistencia con las reglas de un mercado deshumanizante?

La realidad nos obliga a tomar una actitud crítica con el uso de la categoría de género, especialmente cuando se refiere al colectivo de las mujeres, mucho más cuando se repiten los códigos y prácticas del patriarcado, las mismas que las luchadoras por el género cuestionan y desestiman. Hablar de género hoy, es asumir que es un término problemático y hasta violento, que causa impugnación y angustia en algunas mujeres porque no representa a todas, que además encorseta a la construcción de nuevos significados que nacen de la misma dinámica social que transitamos. Supongo que el error fue haberle dado al concepto género, la estabilidad y certeza universal, con la práctica de un discurso de ideales que se queda sólo en deseos o sueños y no en realidades a modificar.

Cuando el pensamiento está teñido de criticidad, que cuestiona el horizonte social o cultural perimido, asume la posibilidad de no ser cerrado, atascado o concluido. Por el contrario, la misma práctica de pensar, obliga a buscar salidas, a hacer aperturas y dinámicas superadoras, aunque sea en la imaginación posible. Podemos comenzar a imaginarnos con el derecho específico de ser mujeres, que buscan una redefinición cualitativa de esos derechos; a no ser asimiladas por la hegemonía de género —ni femenino ni masculino—; a mantener formas de ser distintas, sin tener que pagar el precio de subordinación. El primer paso es comenzar a construir un medio de comunicación entre mujeres, un lenguaje que nos comunique lejos de la impronta de la dominación. Imaginarnos a nosotras mismas es empezar a corrernos de las tradicionales relaciones de poder, sea de patriarcado o de género.