lunes, 18 de febrero de 2008

LA ÉTICA DEL FUTURO

En el artículo anterior lo invité a reflexionar y a preguntarse por qué Ética circula en este tiempo de frío moral, un tanto cínico y con fuerte pesimismo antropológico que promueve la tristeza.

Para escapar del desánimo y de la incertidumbre que la contemporaneidad nos genera como inasible, alguien me hace un recodo en este territorio vasto, horada mi memoria y me pone en foco para tener una salida y no ejercitar el encierro. ¿”Por qué la gente que tiene el poder en cualquier situación puede afectarnos de tristeza y disminuir la potencia de actuar”? (Deleuze siguiendo a Spinoza).

Si vamos a caminar en un análisis es posible que realicemos un encuentro y como “todo encuentro tendrá que ser bueno” continúa animándonos Spinoza, ese gran filósofo perseguido por sus ideas religiosas, angustiado por el odio académico de sus contemporáneos y por su percepción anticipada al no relacionar la fe con la razón.

Analizar la crisis hoy significa ampliar y resignificar la lógica del conocimiento racional como el de la verdad o de la validez. Anclar sólo en esas perspectivas es avalar la precariedad. La Ética superadora de la reflexión nos compromete a pensar en la factibilidad, es decir la posibilidad de un cambio, de una mejora a través de la acción. ¿Qué acción se puede instrumentar para abordar la crisis configurada desde la tristeza, desde la muerte, desde el no-lazo, el no-encuentro y desde un cuerpo inerte y desvalido porque no siente el valor de la vida? Muy poca seguramente.

Si tenemos la cabeza puesta en una semántica ortodoxa que ve la crisis como “agujero negro, una gravedad desmesurada en la que colapsa incluso su nombre” (Lewkowicz, 2004), y no la giramos hacia otro lado no podremos descubrir nichos de oportunidades en “lo que hay en y después de la crisis”. Seguro que no estarán los mismos sujetos, perplejos y turbados

El derrumbe de las Éticas materialistas, surge del convencimiento que tiene que construirse otra Ética, llámese del futuro, llámese de la Liberación (Dussel 1998) porque “lo” que hay que deconstruir es auto referencial, nos pasa a nosotros. El instinto, la pulsión de no morir ante la crisis es, de los riojanos, argentinos y latinoamericanos. Nuestras circunstancias históricas pos- materiales obliga al ejercicio de una Ética del futuro, que signifique esfuerzos para realizar acuerdos para la mejor distribución de la riqueza, la protección de los intereses comunes frente al egoísmo de los intereses privados.

En esa Ética los derechos dejarán de ser los escritos, para ser derechos de hechos, los situacionales, “todos los yo” tantos de los que están en la pobreza excluidos, como los de los ciudadanos actuales incluidos que temen por su seguridad. Aquí está lo político analizado desde lo social y que necesita de la gestión de la política, que implique la cobertura del desarrollo sustentable de todos los sujetos más aún si no llegaron a ocupar el lugar inicial de una escalera como es la movilidad social ascendente. Entonces no es el mercado el que determina la prioridad de la oferta seducido por los intereses de los beneficiarios del sector privado. Será una sociedad democrática con un Estado democrático social de derecho que revierta la dura realidad del 5% más rico que vive en un día lo que consume el 80% de los colectivos pobres.

Siendo el paradigma del diálogo, y no del mercado que nos espolea con la lógica de suma cero en los costos y beneficios, la gestión de la administración central buscará con esfuerzos la construcción del espacio público porque allí se hace el ciudadano con la participación de la palabra, la acción y el compromiso. Nos correremos del modelo que a la pobreza se la asiste sólo con el asistencialismo

Con el ejercicio de la Ética de Liberación la persona se auto- habilita para todo aquello que le dé sentido a la aventura de vivir, y desde este presente armar un futuro para la humanidad de la esperanza. Con el ejercicio del ethos de la liberación hay ciudadanos que se autorregulan para la creación porque cada uno se siente motivado para hacer un “estilo de vida” que signifique emanciparse del modelo de individualismo radicalizado. “Un sujeto no puede ser llamado libre cuando carece de la capacidad de hacer” (Arent, 1996)

La jerarquía y la valoración del espacio público como de la sociedad civil organizada están sostenidas desde una idea potente que da fuerza al espacio donde se trabaja para la autonomía, para el entendimiento y para el diálogo de los ciudadanos. No hay otro espacio donde se dé “la razón comunicativa” o la “razón dialógica” porque allí se produce el carácter simétrico de participación.

En la Ética de la Liberación coexisten valores que dibujan otra estética, pujante, seria, que difumina el contagio y la responsabilidad. Ejercerla es corrernos de lo prosaico y de lo trivial, porque ella circula por otros andariveles.

lunes, 4 de febrero de 2008

¿POR QUÉ ÉTICA ANDAMOS?

La huella de las grandes crisis y de los aberrantes hechos que significó el Siglo XX, ha dejado a la Humanidad adormecida, indiferente y desconfiada sobre la necesidad de justificación que tiene la Ética en nuestras vidas. Los sucesos demostrables históricamente son muchos y de variada incumbencia. Dos guerras mundiales, el holocausto de Auschwitz, Hiroshima y Nagasaki, Guerra del Golfo, de Vietnam, el auto genocidio de Camboya, Irak, avasallamiento de las democracias por corporaciones económicas, y el actual terrorismo internacional.

Agreguemos a esta lista de semejante embotamiento para las Ciencias Sociales, el desarrollo de la técnica de un modelo de ciencia que hace imprevisible hasta el futuro genético de la misma Humanidad.

¿Prolongamos la enumeración? El efecto que produjo la conformación geopolítica del tercer y cuarto mundo siguiendo el paradigma de la preeminencia de la esfera económica, el homo económicus. Los ricos en el Norte y los pobres en el Sur hemisférico. Los países de Latinoamérica como los del África se estigmatizan por sus cuestiones en función de la presencia de grandes bolsones de pobreza, violencia, drogadicción y anomia. En este escenario aparece la discusión irrelevante si la economía avasalló a la política, o la política dejó de existir. El hombre es un ser político, lo dijo Aristóteles.

La moral se ha muerto” es muy plausible que se señale en el discurso rápido y de poca solidez, por efectos del predominio de la conciencia ingenua sobredimensionada o en anacronismos. Así, como cuando aparece la enfermedad, y se la ataca con remedios, de la misma manera deberemos proceder con la Ética para mitigar este tiempo de frío moral, de cinismo, de derrumbe de las teorías, o de valores, (como dicen muchos). Sin embargo hay que considerar el solapamiento que hay detrás de quienes dicen “la moral ha muerto”. Puede expresar una fuga para cerrar discursos, o como también la necesidad de desempolvar los códigos morales existente. Hoy es el tiempo para abonar las verdaderas cuestiones éticas. Pero ¿Qué Ética?

Junto al postmodernismo, más la época del fin de la posmodernidad con el impacto de la globalización, condiciona una contemporaneidad para la instalación de sus correspondientes Éticas. Son todas de cuño liberal, que alzan como banderas al individualismo, la libertad para el mercado y democracias liberales adecuadas para tal fin. Considero necesario que se conozca algo de sus cuerpos reflexivos para poder dar significación y sentido a nuestras prácticas y construir el ethos en el espacio público porque es el lugar visible de la concurrencia de la pluralidad. Cuando se dice el ethos se hace referencia a la convergencia dialéctica de las normas resignificadas por la cultura, la reflexión y análisis de los acontecimientos sociales que nos ocurren, para luego habilitar la voluntad ya sea para la ocasión, o para la oportunidad a crearse, todo para de la acción responsable. El ethos es la aspiración máxima en el quehacer de una sociedad.

En un ejercicio de reconocimiento señalemos que existe la “Ética pragmática y utilitarista”, muy materialista, fomentada por el capitalismo colonizador para una sociedad hedonística, frívola, con muchas veleidades. Otra muy cohabitable con la anterior es “la Ética indolora, sin moral y sin sanción” avalada por la crisis de los grandes relatos, la preeminencia de la transparencia bursátil y superficial, constituyéndonos en sujetos vacíos e individualistas y de poca solidez. Por último la “Ética del como sí” reforzando la hibridez y el cinismo. Esta última Ética funciona más o menos así.

Yo hago como que trabajo, y el Estado hace como que bien me paga".

Hay problemas evidentes de inseguridad, el gobierno dice que mermó considerablemente el índice delictivo, que todo está bien, lo que existe es desinformación”.

La “Ética del como sí” recoge y combina impúdicamente lo utilitario de las éticas anteriores, como los derechos subjetivos y las razones del mercado. Se vale estratégicamente de la “astucia” y “la razón” para una pseudo virtud: el conformismo de todos, que no es lo mismo que el bien común, ni el orden justo. Esta ética que cruza a la mayoría de los colectivos sociales, carece de reflexión, de sanción, habilita trampas, con un fuerte vacío moral.