sábado, 15 de diciembre de 2007

¿CÓMO SE ACTUA ANTE LA POBREZA?

A nadie se le escapa pensar que la pobreza, todavía más del 45 % de la población argentina, tiene responsabilidades económicas y políticas. Los diagnósticos más certeros ubican a la crisis como la resultante de un yerro de la macroeconomía con una visión distorsionada de lo nacional, de una ausencia de respeto a la gente, de un mal uso del poder – él nuestro y el de los gobernantes- de una traición a las bases con las políticas de ajuste, que en definitiva nos hace ver que el escenario político de los últimos 20 años no fue el adecuado.
Sin embargo, en este análisis están ausentes otras dimensiones que también son partícipes de la crisis: lo cultural y también lo moral, y esto es una cuestión que ya nos implica a todos como sociedad.


La tarea de reconstrucción y de salida de la crisis es larga, y debe convertirse en una siembra, más que pensar y esperar en una serie de rápidas modificaciones. Toda política, todo proyecto o acción pensada para el espacio público, como para el privado, que no se elija a la educación en un lugar prioritario será solo una acción “gatopardista” o una acción para que nada cambie.


¿Pero qué educación? La del orden del conocimiento conceptual pero apoyado en valores, que implicará las dimensiones éticas, para si mismo y para la sociedad. Una persona que conoce más, que ha cultivado su capacidad de información, de evaluar y reflexionar, de incorporar nuevas ideas y ponerlas en relación con las anteriores para producir nuevos sentidos, que apunte al crecimiento local y comunitario tendrá en sus manos una herramienta invalorable, no solo para abrirse camino en el mundo del trabajo, sino también asegurar la fuerza laboral del país y para la construcción de la nación argentina.


“El saber no ocupa lugar” decíamos antes en el espíritu de la filosofía clásica de los Grecia antigua. Y hoy ¿qué diríamos? Diríamos además, “abre espacios” “multiplica lugares” para el desarrollo humano. Para ello se necesita de una cierta audacia, de una disposición encarnada de los deseos, de una presentación y de una representación del acto educativo. Necesitamos de la teoría de los cuerpos pensada por Spinoza, que animen y se contagien mutuamente para salir de la tristeza. No es lo mismo mirar la pobreza desde la tristeza que despontecializa que mirarla desde la posibilidad y la oportunidad de salida como un derecho/deber.

Realizar en nuestras instituciones escolares una educación integral, que apunte al desarrollo de la inteligencia, al fortalecimiento de los procedimientos procesuales de auto-crecimiento personales, compatibles con aspectos valorativos para la construcción de sujetos de compromiso para lo ético y lo social es lo esperable. Por ende no será plausible si solo se cubre el plano de la transmisión y creación del conocimiento de todo tipo, es también hacer “sentir” el sabor, el gusto para saber más, en nuestros pequeños sujetos potentes en el terreno de la educabilidad. Es decir “sentir el gozo por saber más”, como hace un tiempo atrás, cuando esas madres laboriosas y de oficio decían de sus hijos “m..hijo el dotor”.

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