miércoles, 26 de diciembre de 2007

¿QUÉ NACIÓN?

La actual circunstancia histórica traducida en crisis, constatada en fragmentación insolidaria entre los diferentes estratos sociales, en la latente anomia social, en la espasmódica indiferencia, en la exacerbada violencia en todas las edades y sujetos, los argentinos sumamos otra pálida más, la crisis energética que se traslada consecuentemente en nuestros modos vivendus al ser afectados en mayor o menor medida con apagones masivos de luz, variaciones en la tensión domiciliaria, etc.

Si ya tenemos los efectos de la “incertidumbre prefabricada” con sus inevitables sensaciones de riesgos y ausencia de fiabilidad ante hechos y productos posmodernos, a su vez la variable tiempo no nos conecta a un espacio determinado y somos moldeado por la intangibilidad tecnológica, se suma en nuestro país una aguda crisis energética como resultado consecuencia de la irresponsabilidad política del funcionariato del Estado neoliberal que enajenó “el gran recurso estratégico”, el petróleo, obviamente privatizado a capitales foráneos.

Ninguna Nación-Estado, que se precie como tal, se desprende tan fácilmente de sus riquezas, las hace jugar geopolíticamente, por el potencial aprovechamiento a futuro en su propio territorio, o por los principios disuasivos en cuestión de soberanía y destino de grandeza.

Analicemos como argentinos esta inaudita “manera de ser”, de desprendimiento o desapego del patrimonio nacional en la conducta de la clase política que estuvo a contramano de la matriz de desarrollo sustentable porque se puso en juego, (hoy los vemos), el futuro de las generaciones venideras por el faltante de un recurso vital.

¿No se relaciona también a los modos de ser y operar que tenemos los argentinos de derrochar o mal usar todo de lo poco que tenemos, sin pensar en nosotros o en los otros, en nuestros hijos, argentinos en potencia? Este manifiesto culturalizado se completa con algunas expresiones del imaginario social “los políticos no nacieron de un repollo” “no vinieron del planeta Marte”, “es uno más de nosotros, circunstancialmente nuestro representante”, reforzando la idea que el político tiene que ser lo mas parecido a la gente misma.

Mirar, revisar estas prácticas casi secularizadas nos obliga a pensar a los que vivimos en esta tierra que nos vio nacer, que no decidimos irnos por el puerto, que sentimos el calor de la “tierra madre” la Pachamama, que queremos avanzar en la idea de nación cohesionada, pero no por lo homogéneo ni hegemónico, sino por el reconocimiento de lo diverso y plural que somos con los valores de aceptación y respeto. Ello nos plantea ¿Somos o no somos dignos de lo que nos sucede? Si no lo fuimos, fue por razones de adolescencia en el ejercicio de la ciudadanía, o porque preferimos ser bebés que necesitaban de un Estado con semblanza maternalista que nos decía en el inconciente ¡Gocen! ¡No sufran! ¡Vivan la burbuja exitista con placer!

Si fuimos responsables, lo fuimos de todas las formas, ayudamos, promovimos con nuestros actos sin cuestionamientos mayores, sea desde nuestra comodidad, desde el individualismo, desde los estilos de vida, sosteniendo con nuestras conciencias cerradas y ciegas, pero muy cómodas, un pensamiento utilitarista que apoyaba el peso igual al dólar y la ilusión de vivir en el primer mundo. Así producimos el país de la crisis.

Si a esta altura de la historia no queremos ser indignos empecemos a situarnos en otra perspectiva, concretamente en el hoy, con nuestras existencias, la de todos y como dice Robert Nosik: “Qué tú existas, hace la diferencia”. El género humano puede ejercer una virtud, dada por la esencialidad común a todos los hombres y mujeres cuando tienen la oportunidad, o la ocasión de construirse con su gran capacidad simbólica; de pensar, actuar, crear, de hacer, soñar, inventar todo aquello que le significa salirse de una opresión. Lo humano consiste en el ejercicio de un derecho de revolución, alzarse en contra de realidades que oprimen, esclavizan y denigran. Lo que nos pasó fue la ausencia del que “tú existas” como tarima para construirnos como personas, porque no nos animarnos a ser nosotros mismos.

“Nuestra situación, dice el filósofo Rozitchner, proviene de la pobreza humana que está en nosotros y no pudimos superar. No es que seamos pobres por la crisis, es al revés, la crisis expresa nuestra pobreza”. Se refiere a la humana. Entonces si pensamos, en el hoy, en ese tú que existe y hace nuestra diferencia, porque somos únicos en relación las otras especies de la naturaleza, empezaremos a ver que también hay que salir de la crisis de pensamiento. Si cambiamos la queja moralista, por otra más comprometida en respuestas, si ponemos el entusiasmo, el esfuerzo y no solo la demanda, estaremos construyendo y produciendo otro país. Rozitchner termina diciendo: “en el sentido de construcción de país aparecen las ganas de vivir, y ellas se hacen despacio y avanzan, entendiendo que la existencia de obstáculos y problemas no es algo fuera de lugar sino lo propio de todo camino de logro”.

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