sábado, 15 de diciembre de 2007

LA DEMOCRACIA COGNITIVA

Edgar Morín argumentaba en referencia a la actual contemporaneidad, que “la condición humana corre el riesgo de permanecer cruelmente dividida y sin rostro”. En otros términos se puede traducir que en el hoy argentino, existe una profunda estratificación de clases sociales: grandes brechas entre ricos y pobres, acentuadas asimetrías, con escasas posibilidades de ascender socialmente, también están los pobres estructurales, los que no tienen las necesidades básicas satisfechas, los excluidos, los marginados, los sin rostro.

Cuando abordamos la problemática de la pobreza, pensamos muy fácilmente en los recursos, pero nos olvidamos de la otra cara, la asignación de los mismos y la justa distribución. Mientras que a los primeros los fabrica el mercado, los crea pensando en los consumidores, la asignación y la distribución de los recursos es cuestión de política, de intervención, de regulación, de estrategia, es responsabilidad de Estado, mucho más si es democrático. ¿De que vale crecer económicamente y traducirlo en ruidosas datos de prensa, cuando el desarrollo humano carece de rostro, de corporeidad y de importancia política y cultural?

La democracia iguala lo que el capitalismo desiguala. ¿Pero porque hablamos de democracia cognitiva? Existe en la teoría ética una circularidad retroalimentativa entre lo que da la democracia- la sustantiva y la procedimental- con la habilitación de la ciudadanía de alta intensidad y la constitución de sujetos con la apropiación del “estado de dignidad “. Cuanto más existan sujetos concientes de su derecho /deber de desarrollo humano, más estaremos en la posta de constituirnos en nación desarrollada.

Refrendamos que el desarrollo humano pasa por los recursos materiales que alimentan, que sanan, que visten, configurándose desde la urgencia desde luego, pero lo importante e imprescindible es la apuesta al conocimiento, a la educación de desempeños y habilidades, como así de la importancia de la construcción de auto-conceptos y autoestimas que potencien la capacidad de salida a la pobreza. Siguiendo esta lógica de sentidos, muchos pobres, dependiendo en que grises se encuentren en la escala social, están desposeídos de los saberes significativos para insertarse en el mundo, y lo están mucho más cuando se les ofrece, el conocimiento con vulgaridad mediática, con superficialidad light y parasitaria, divorciada de sus contextos e identidades, o por el opuesto la concentración tecnocrática de conocimientos sin fin ni son, que solo lleva a más ignorancia y ceguera.

Los contextos rurales y marginales urbanos no necesitan de “educación pobre para pobres” que justifica la política irresponsable del asitencialismo para generar más dependencia clientelar. Mientras se reordenen las políticas públicas para abordar este momento histórico de tanta desigualdad y asimetría, los pobres están, no solo en estadísticas leídos para la burocracia, sino en sujetos de carne y hueso que hacen el “dolor país”. Necesitan como personas recuperar su dignidad a través de otros, del nosotros, pero distintos y renovados después de la burbuja de los años neoliberales, para reconstruir espacios públicos junto con ellos, donde se trabaje desde lo institucional por la democracia cognitiva, con igualdad de oportunidades para una utilización social y justa de los flujos de información, de conocimientos que efectivice la relación del saber, con los emociones y afectos y por sobre todo la dimensión valorativa.

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