jueves, 20 de diciembre de 2007

PINTA TU ALDEA Y PINTARAS EL MUNDO

El fenómeno de la globalización dejó instalado un nuevo orden en la sociedad de las naciones con una impronta de gobernabilidad en la que prevalecen las relaciones políticas económicas, más allá de sus fronteras y configuraciones espaciales, superadora de la tradicional entidad unilateral y monolítica. Los Estados cercanos y próximos que comparten ventajas comparativas en recursos naturales y en productos industrializados pasaron a configurar bloques regionales. Se requería adquirir una identidad concertada a partir de la suma negociada de los países miembros, como en un todo planificado.

Si bien es cierto que esta última categoría fue una debilidad o una ausencia, tampoco lo fue la actitud de conciliar inteligentemente la promoción desde fuera, el contexto supranacional, con las iniciativas potenciadas desde adentro del territorio.

Como sujetos de poca monta soberana, fuimos presos de la burbuja de la economía aperturista noventista, nos salimos de foco, no miramos ni revisamos lo que teníamos y, para peor, salvo raras excepciones, carecimos de la visión de ver la necesidad de los otros contextos para complementarnos o integrarnos. Fortalecimos los efectos de asumir ser parte de la periferia, más los resabios de la perspectiva tercermundista que piensa que es imposible realizar intercambios en desigualdad de posiciones.

Pensar por el contrario en el desarrollo es poder girar nuestra cabeza para mirar, pensar y actuar de manera distinta a la teoría de la dependencia de los años sesenta, con un inevitable reduccionismo, por lo menos en una de sus aristas, en cuanto a los niveles de desarrollo de los países centrales producirían una desventaja inicial difícil hasta para encontrar los “nichos de mercado”. Dar hoy importancia a la variable exógena de la dependencia es auto prescribirnos de matrices drásticas de no poder, de pesimismo, de disminución de sinergias tanto desde lo estatal como de lo privado.


Siguiendo un esquema estratégico de posicionamiento y organización para este proceso decisional, lo local pasa a tomar otra significación, constituyéndose en un reto de desarrollo y revalorización de los contextos de los que ya son exitosos, y también de aquellos que tienen las condiciones iniciales de probabilidad en alguna práctica productiva. En esta dimensión discursiva la descentralización de las acciones es una necesidad imperiosa, pero sin los viejos marcos burocratizados, como también impulsar las políticas de Estado más cerca del desarrollo local y del planeamiento participativo.

Pero… ¿Qué es el desarrollo local? Es un proceso que parte de lo que hay, y de lo que se tiene buscando su mejoramiento y eficiencia. Al revés de las teorías neoclásicas, como la que vimos, pensando que la economía son los ceteris páribus constantes, llámese recursos naturales, capital, fuerza laboral, y tecnología; hoy el crecimiento se sostiene más en los factores endógenos, ligados al capital humano, a los niveles de educación, a los conocimientos y a la capacitación de las personas.

¿Y cuál es el capital humano? Lo que cada persona posee, como la casa y como se vive, el campo y la tecnología que aplica, la finca, el telar, el secadero de frutas, las herramientas, los animales, los vehículos, el dinero. También incluye el conjunto de saberes que posee una población en relación con la vida, con el trabajo, con las personas. Este conocimiento es intangible, no se lo puede medir, pero es un capital endógeno y por lo tanto no debe descuidarse, sino potenciarse.

Me animo a invitarlo a que ejercitemos ese capital intangible que seguramente posee.
Comience a realizar un rastreo de sus saberes, reconocerlos es un principio de la práctica. Es hacer un camino con el pensamiento que además como proceso se retroalimenta naturalmente.
¡Cuántas veces hemos creído que poseemos menos de lo que tenemos!¡Cuántas veces no dimensionamos la capacidad productiva de uno mismo, de la tierra, o de las personas que forman parte de una comunidad! ¡Cuántas veces hemos creído saber muy poco de nosotros mismos hasta que algunos nos hicieron notar sobre nuestras capacidades!

Necesitamos empezar a reconocer las dimensiones de lo que se tiene, y de todo lo que se alcanza a partir de lo que pueden hacer las personas cuando se da valor a la participación plena en las decisiones y procesos. Hago referencia a las mujeres mapuches que venden sus tejidos a Canadá o a las teleras de Belén y Santa María de la provincia de Catamarca que pudieron hacer ingresar en Europa sus tejidos artesanales.

Pinta tu aldea resignicando lo que tenemos, convirtiéndolo en capital cultural: para aumentar los ingresos y produciendo más, disminuyendo la pobreza a partir del acceso a las oportunidades de capacitación y de estudio, participando en la sostenibilidad de los recursos y cuidando el orden democrático. PINTARAS EL MUNDO SI PINTAS TU ALDEA.

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